lunes, 19 de octubre de 2009

Quizás fue una hecatombe de esperanzas, un derrumbe (de algún modo previsto). Pero mi tristeza solo tuvo un sentido. Todas mis intuiciones se asomaron para verme sufrir, y por cierto me vieron. Hasta aquí había hecho y rehecho mis trayectos contigo, hasta aquí había apostado a inventar la verdad, pero vos encontraste la manera (una manera tierna y a la vez implacable) de desahuciar mi amor. Con un solo pronóstico lo quitaste de los suburbios de tu vida posible, lo envolviste en nostalgias, lo cargaste por cuadras y cuadras, y despacito, sin que el aire nocturno lo advirtiera, ahí nomas lo dejaste, a solas con su suerte, que no es mucha. Creo que tenés razón, la culpa es de uno cuando no enamora, y no de los pretextos, ni del tiempo. Hace mucho, muchísimo que yo no me enfrentaba como anoche al espejo, y fue implacable como vos, pero no fue tierno.
Ahora estoy sola, francamente sola. Siempre cuesta un poquito empezar a sentirse desgraciado. Antes de regresar a mis lóbregos cuarteles de invierno, con los ojos bien secos (por si acaso) miro como te vas adentrando en la niebla y empiezo a recordarte.

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