domingo, 16 de mayo de 2010

Podría dar la fórmula química de la lágrima, pero sería una tontería. Un líquido que sirve para lavar el globo ocular, como dijo una vez un crítico en un comentario literario. La lágrima también lava otras cosas. La lágrima abre su corola celeste sobre un signo de interrogación. A veces es una pregunta, a veces es una respuesta, pero siempre es un mensaje. Pero siempre es una mano que se tiende suplicante y abierta y una mano que la estrecha... Y nace de los ojos. Nace de la región de adentro, esa que el miedo paraliza, esa que la emoción o la tristeza dejan un instante como suspendidos en el aire igual que cuando bajamos en un ascensor demasiado rápido, esa que evidencia que existe justamente en el momento en que la amargura la define con un cosquilleo, con una vuelta de tuerca, con un temblor.
¿Qué es una lágrima? Una lágrima es un poco decir adiós a lo que los ojos vieron antes de la lágrima. Porque las imágenes anteriores ya no serán las mismas. Porque cada vez que las miremos después de la lágrima las imágenes estarán impregnadas de su humedad salada de ese sombrío fuego que quemó nuestros párpados. Nada es igual después de una lágrima. Ni la alegría, ni el dolor, ni la luz, ni la fé, ni la amistad, ni el amor. Pero creo que lo que más cambia es al ser al que la llora.
A mi me fueron cambiando las lágrimas que derramé en mi vida, la que inauguró la soledad en mi infancia, la que suplantó el grito de rebeldía por las injusticias que se cometieron en mi adolescencia, la que brilló como la estrella de Belén para indicarme el camino que llevaba al sendero bello y cambiante del amor. La que me borró el espejismo de cada uno en el mundo, el que tenía adjudicado su techo, su pedazo de pan, su cuota de alegría, su renovado asombro cotidiano. Si, a mi me fueron cambiando las lágrimas que derramé en mi vida... La que corrió por tu rostro cayendo de mis ojos, resbaló por tu cuello, humedeció tu pecho y regó tu corazón haciéndolo más blando y más comprensivo. Esa lágrima que no sé por qué magia, por qué milagro inesperado disolvió las espinas que suelen ir creciendo en las personas que se aman y las van arañando sin que la adviertan y van impidiendo que uno se acerque al otro por miedo a lastimar y uno no quiere decir que las ve, que las toca, que las siente, sino que cierra los puños y los ojos y las niega...
Las niega tres veces como Pedro antes que cante el gallo de la lágrima y despierte la verdad y por fin despierte la verdad, sin fórmulas químicas, sin ecuaciones, sin tontos prejuicios. Todo por una lágrima... esa que atora al mundo y el mundo se empeña en no llorar.

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