jueves, 29 de abril de 2010

Haceme reír, que hoy justo amanecí con ganas de llorar.
Me di cuenta cuando miré la taza de café y repentinamente me encontré cebando unos mates.
Eso fue antes de que soñara un rato despierta con viajar a la montaña en el invierno. Sentada junto al fuego de un hogar encendido, en una cabaña con cristales empañados y sillones mullidos.
Un frío helado se coló por debajo de mi camisa y volé a refugiarme junto al mar. Me salpiqué con el agua que rozaba la orilla, me até el pelo en una trenza y me dejé caer sobre la arena con la cara al sol y el alma al cielo.
Eso fue antes de que me sentara a escribirte una carta en la que te confesaba: " tengo tantas ganas de verte que prefiero no hacerlo".
Como era demasiado confuso lo que tenía para decirte, tomé una hoja en blanco y así, sin firmarla siquiera, la metí dentro de un sobre con un cartel que decía urgente para que al recibirla te apuraras a contestarme.
Eso fue antes de que me ubicara junto a la puerta a esperar tu respuesta.
Aproveché el tiempo para recordar tus gestos. La promesa que no hubo, lo que quise decir y me callé, lo que compré de lo que tenías para darme sin que estuviera a la venta.
Como la hora pasaba y tu carta no volvía, junté ganas de andar sola para sentirme nuevamente acompañada. Al rato, ya no sabía qué era lo que esperaba...
Eso fue antes de que me acordara que es peligroso que me gustes tanto.
Y fue justo en el segundo anterior a que me olvidara que prometí no volver a enamorarme para estar a salvo.
Claro que eso fue después, mucho después, de que le rezara a la luna pidiéndole que me olvidaras. Y antes, mucho antes, de que cruzara los dedos con la esperanza de que no me hubiera escuchado.

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