Días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme
en nada, ni en nadie. Las palabras
no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos,
a ninguna parte, y no quiero estar con nadie,
ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno; entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.
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